El Zaragoza se agarra a la eficacia de Ángel para superar al Mallorca y alejarse a siete puntos del descenso.
Fue sin duda el partido más flojo del Zaragoza de César Láinez, pero también trajo la victoria más valiosa, oro puro para un equipo que, tras imponerse a un Mallorca con toda la cara de bajar a Segunda B, pone siete puntos de por medio con el desastre. Es una renta de más de dos partidos que supone toneladas de tranquilidad cuando restan ya solo ocho jornadas para el final de una sufrida temporada, llena de grises y sombras pero que tiene en Ángel a un sol resplandeciente, al jugador más decisivo de largo de un equipo que respira en este curso en gran medida por el acierto del canario, que esta vez resolvió de cabeza tras un córner un pleito más que fundamental.
El caso es que la permanencia se le ha quedado muy a tiro a este Zaragoza para el que la llegada de Láinez ha sido toda una bendición. Con él a los mandos, un equipo que iba en caída libre con Raúl Agné ha logrado reconducir el camino para sumar ocho puntos de doce y estar invicto en cuatro jornadas.
El Zaragoza, queda dicho, no soltó un partido brillante. Ni siquiera en la primera parte. Es más, estuvo más espeso que otros días. Se encontró, también, con un enemigo sin casi argumentos y muy flojo que allanó la senda para sumar un triunfo nacido en Ángel y que fue protegido por Ratón con dos intervenciones decisivas en la segunda parte, cuando peor lo pasó un equipo, el zaragocista, que sin balón padece una barbaridad y que hizo sufrir lo indecible a su gente para sellar la victoria. Y lo hizo, no tanto por el peligro del Mallorca sino por los nervios y el miedo a ganar que exhibió un Zaragoza al que de nuevo se le volvió a hacer muy largo el partido, un defecto de serie con el que hay que convivir.
Con un hostil recibimiento a Culio y con las novedades esperadas de Isaac, Cabrera y Lanzarote saltó el Zaragoza mucho más frío que en los anteriores partidos con Láinez, con menos capacidad para combinar en la medular. Con todo, el Mallorca le daba el balón y el campo a los zaragocistas, aunque apenas había jugadas de peligro.
Solo una vaselina de Lanzarote tras una falta de entendimiento entre Santamaría y Pleguezuelo puso algo de picante en los primeros minutos, donde el peligro zaragocista se basaba en buscar a Ángel a la espalda de los centrales. Zapater lo encontró en el ecuador del primer acto, pero el canario no acertó a superar en su salida a Santamaría. Y Javi Ros, tras el despeje, no encontró la forma de ejecutar al portero, que estaba muy lejos de su meta.
HASTA DE CABEZA / Sin embargo, el Zaragoza, con poco, encontró por fin el gol en el 35. Lanzarote botó un córner y Ángel estuvo listo para imponerse en el salto a Campabadal y cabecear a la red. Está claro que es su temporada y hasta en las facetas que menos domina encuentra la portería. Con ese gol el Zaragoza se liberó y exhibió su mejor fútbol en los últimos diez minutos de la primera parte. Ángel, siempre él, lo intentó desde la frontal con un remate fuerte y Zapater acabó mal una buena jugada entre Lanzarote y un Pombo menos activo.
La segunda parte tuvo peor color para el Zaragoza, que comenzó dejándose dominar por el rival mientras Láinez se desgañitaba en la banda para que el equipo diera un paso adelante. Una acción mal acabada por Lekic y una jugada entre Lago Júnior y Oriol empezaron a generar los nervios en la grada, porque el Zaragoza no tenía el balón.
Buscó Sergio Barjuán más frescura con Salomao y Óscar Díaz en lugar de Lekic y un Culio empeñado en ralentizar el juego de su equipo y Láinez respondió con Cani para tener algo más de posesión. Una contra iniciada por el de Torrero y mejorada en Ros y Lanzarote la desvió Oriol con el disparo de Ángel, pero fue el canto del cisne zaragocista, porque el equipo empezó a menguar sin que los cambios pudieran evitarlo. Tampoco la salida de Valentín para juntar más hormigón en la medular junto a Zapater.
Lago Júnior tuvo el gol, pero Ratón estuvo más que acertado saliendo a sus pies y después el meta gallego desvió un remate de Campabadal que José Enrique envenenó. Sí, los porteros pueden dar puntos. Ya era hora de que lo hicieran en este Zaragoza que acabó pidiendo la hora y con el susto por la rodilla de Pombo.
Los últimos minutos fueron un quiero y no puedo del Mallorca que tenía el balón, pero que no logró generar peligro pese a que al Zaragoza le quemaba la pelota y no veía el momento de que el colegiado señalara el final. Tampoco lo veía la grada, que reconoció el indudable valor de Ángel y que entiende desde hace tiempo que su equipo necesita ayuda. Le insufló ánimo para que la victoria, tan vital, tan necesaria, no se marchara. No lo hizo para que el paso hacia la salvación zaragocista sea de gigante.
FUENTE: Santiago Valero (EL PERIÓDICO DE ARAGÓN)
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