domingo, 11 de junio de 2017
Hastío en la inmensa tristeza: R.Zaragoza 1 - Tenerife 2
La ola irónica y la tímida bronca al final a los jugadores mostraron que la grada está sobre todo harta.
Una derrota más, la séptima en casa, la decimosexta del curso, fue el triste epílogo liguero del Zaragoza. El Tenerife, exponiendo lo justo, se llevó el triunfo en un partido marcado por el fuerte calor, sin apenas ritmo y en el que el Zaragoza se limitó a cumplir el expediente, con unas ganas terribles de que el curso acabara, aunque quizá mereció empatar en la segunda parte.
El partido dejó pocas cosas para recordar. La buena pinta de Lasure en el lateral izquierdo, el talento de Cani en un par de detalles, las maneras de Raí en el área, aunque le faltara definición, la irrupción de Raúl Guti en la segunda parte, con un buen gol incluido, las ganas de Samaras en su despedida y poco más. El Tenerife fue mejor en la primera mitad y se amparó en las paradas de Falcón y en la falta de acierto zaragocista para que el epílogo del curso en La Romareda tuviera tan mal sabor como la inmensa mayoría de la temporada.
La Romareda abroncó a sus jugadores al final del partido y durante los 90 minutos se escucharon pitos, algunos cánticos contra los futbolistas, contra la directiva, con Cuartero, director general, como mayor diana, aunque en un campo con poco más de 11.500 espectadores y con un enfado de la grada tras la terrible temporada vivida que fue, como lo definió César Láinez, como «un sidral» por lo tímido y escaso. El técnico, artífice de que la temporada no acabara en una tragedia mayor en Segunda B, recuerda broncas mucho mayores de una afición que vive ya entre la tristeza y el hastío el peor momento de su equipo en los últimos casi 70 años.
Desde finales de los cuarenta no se recuerda a un Zaragoza peor. El zaragocismo mira al césped y solo ve mediocridad, mal fútbol y una realidad que empeora año a año. Si el Numancia suma hoy, la clasificación reflejará la decimoséptima posición en Segunda para un Zaragoza triste y apagado, impropio de lo que su historia y su gente reflejan. El proyecto deportivo, el que ahora encabeza Lalo Arantegui en los despachos y Natxo González en el banquillo, tiene que aprender de los muchos errores cometidos en una temporada para olvidar.
Ese hastío provocó que La Romareda no se expresara de forma mayoritaria ni contra su equipo ni contra sus dirigentes. Las mayores voces críticas llegaron desde el Fondo Norte, rara vez secundadas por el resto de la grada durante el partido y con el paso de los minutos, sobre todo en la segunda parte, apenas ya se escucharon, una evidencia más de ese cansancio que provoca la inmensa tristeza de esta situación.
Queda dicho que hubo cánticos de la grada contra los jugadores y contra la directiva de la SAD, en este caso en menor número. En el palco, además de Cuartero, el más aludido, también estaban el presidente, Christian Lapetra, y los consejeros Carlos Iribarren y Fernando Rodrigo.
MALOS EJEMPLOS / Con todo, la mejor demostracón del hartazgo de la gente llegó al final de la primera parte, con una ola que pasó de minoritaria a mayoritaria al grito de «campeones, campeones», La ironía, o si se quiere la guasa, es en muchas ocasiones el mayor ejemplo de la desilusión. En esta ocasión también lo fue.
Con todo, algunos futbolistas se llevaron una buena ración de pitos. José Enrique e Isaac fueron de los más silbados cuando se anunciaron las alineaciones, con aplausos para los canteranos, para Cani y para Zapater. También Samaras recibió silbidos al saltar en la segunda parte, aunque después los convirtió en algunos aplausos por sus ganas. Una vez acabado el partido, la bronca con algunos pañuelos fue para todos, con Zapater pidiendo a sus compañeros que permanecieran en el césped. Ahí se quedaron Lasure, Raí o Guti, que nada tienen que ver con este negro curso. ¿Quién no se quedó? José Enrique se fue a la carrera e Isaac tardó poco. Malos ejemplos, sin duda.
LA IMAGEN DE CANI / Con la Romareda ya vacía, Cani tomó a Inés y a Diego, sus pequeños, y se acercó a jugar con ellos en una portería mientras varios fotógrafos inmortalizaban un momento con sabor a despedida. Ese adiós, que medita el de Torrero, es la enésima mala noticia para una afición harta de estar harta.
FUENTE: Santiago Valero (EL PERIÓDICO DE ARAGÓN)
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